En invierno, las bajas temperaturas, el viento y el clima seco ejercen presión sobre la piel, especialmente la de los niños
Todos sabemos que la piel de los niños es más delicada que la de los adultos: tiene la misma estructura y el mismo número de capas, pero la capa más externa (el estrato córneo) es más fina. Esto la hace más sensible a las agresiones externas.
Por este motivo, durante el invierno es habitual que los niños sufran sequedad en la piel, especialmente en las mejillas y las manos: las zonas más expuestas a los agentes externos.
El aire frío, el viento y el clima a veces demasiado cálido y seco debido a la calefacción de nuestra casa, provocan un aumento de la pérdida de agua en la piel. Hay un aumento en la pérdida de agua transepidérmica (TEWL), que puede producir:
- Sequedad en la piel
- Enrojecimiento
- Picores
- Formación de pequeños cortes
¿Cómo puedo proteger la piel de los niños?
El primer consejo que te recomendamos para evitar que la piel de tu bebé o tus niños se reseque, es proteger las zonas más expuestas con gorro y guantes, preferiblemente de algodón.
A diferencia de las telas sintéticas, el algodón promueve la transpiración de la piel, lo cual es importante para evitar que la piel se irrite más.
Por un lado, es importante proteger al niño de las temperaturas demasiado frías. Sin embargo, es necesario no cubrirlo con ropa demasiado pesada que podría promover la sudoración, factor que irrita aún más la piel provocando picazón y enrojecimiento.
Para evitar que esto suceda, también es recomendable utilizar varias capas, para que puedas quitar o añadir prendas de ropa cuando cambies a un ambiente más frío o cálido.
Recuerda que la lana es un tejido que puede irritar la piel y por eso es importante no ponerla nunca en contacto directo con la piel de los niños.
Para mantener la piel del bebé en buen estado, también es fundamental evitar cambios de temperatura excesivamente altos entre el exterior y el interior, manteniendo una temperatura en torno a los 20° en casa con una humedad en torno al 50%.
La importancia de los emolientes
En cualquier caso, el mejor consejo es aplicar una crema emoliente pediátrica varias veces al día, especialmente antes de salir, con el fin de formar una película protectora en la superficie de la piel. Esta película protectora, además de proteger parcialmente la piel de los agentes externos, reduce la evaporación del agua cutánea responsable de la sequedad.
Se debe prestar especial atención al área alrededor de la boca, que puede irritarse aún más por la saliva y la mucosidad de la nariz.
La limpieza también es importante durante los meses de invierno. Siempre que puedas, evita que tu hijo/a se dé duchas largas con agua caliente.
La limpieza debe hacerse siempre con un jabón delicado, preferiblemente que contenga lípidos y grasas, que ayudan a disolver las sustancias aceitosas y la suciedad respetando la piel.
Dermatitis atópica en niños: de la protección a la prevención
Si el niño sufre de dermatitis atópica, el invierno es un período particularmente estresante para su piel. Para aliviar las molestias, una crema emoliente a base de lípidos epidérmicos (ceramidas, colesterol y ácidos grasos) será un aliado fundamental.
Nuevos estudios han destacado un papel de la crema emoliente que va más allá de la protección "simple". Si se aplica con frecuencia desde el nacimiento, puede, de hecho, ser útil para prevenir la aparición de la dermatitis atópica, o al menos limitar su gravedad, en niños con alto riesgo de desarrollarla debido a antecedentes familiares.